Gustave Verniory (1865-1949) nació en Las Ardenas, pintoresca región de Bélgica, cuyos bosques y prados influyeron desde su infancia en la formación de su amor por la naturaleza.
Después de completar sus estudios básicos y secundarios, se titula como ingeniero civil en la escuela politécnica de Bruselas, en julio de 1887, antes de cumplir los 23 años.
Empieza entonces el peregrinaje para obtener una plaza de ingeniero en las empresas belgas. Pero Bélgica como toda Europa se debatía en una crisis en la que no se advertía término. Se repite en su caso el de tantos europeos, levanta la vista y las esperanzas hacia el continente americano. Por aquellos días el gobierno chileno había emprendido la construcción de una vasta red ferroviaria y seleccionaba personal técnico en Europa. Es así como Gustave Verniory fue contratado y viajo a chile en enero de 1889.
Desde Santiago fue enviado a la frontera y destinado a la construcción del ferrocarril de victoria a Temuco, inaugurado el 1° de enero de 1893.
En el poblado de Lautaro, aparece en pleno invierno de 1889, un gringo con lentes y ojos azules intenso, el joven se presenta, es el ingeniero jefe del ferrocarril a cargo de construir el tramo de Perquenco al Río Curaco.
Durante su paso por la Araucanía, Gustave Verniory emprendió diversas construcciones como contratista: el puente de Lautaro, canales de riego en diversos fundos, estaciones y bodegas para los ferrocarriles del estado, finalmente se le encargo el tendido de la línea férrea de Temuco a Pitrufquen trabajo que demoro cuatro años.
Verniory, mediante sus obras dio todo un impulso progresista que contribuyo al desarrollo de la Araucanía y demás provincias del sur de chile, siendo un testigo directo del proceso histórico que incorporo en forma definitiva el territorio araucano al resto del país.
Sus memorias “Diez Años en La Araucanía” (1889-1899) se transforman en un relato fidedigno de este momento histórico que contribuyo al desarrollo de la región.
Una de sus principales fortalezas radica en el valor paisajístico del lugar donde se emplaza la vivienda.
La quinta de una extensión aproximada de 1,5 hectáreas se enfrenta al río Cautín tomando una fuerte pendiente hacia este. Desde el borde mas alto del terreno y cuando el clima lo permite la vista se extiende hasta los cordones montañosos de la cordillera de los andes.
La vivienda se alza en el lugar como un elemento aislado que se enfatiza y destaca, gracias al entorno verde que la rodea otorgándole jerarquía y presencia en su contexto inmediato.
La vivienda refleja fielmente en su estilo arquitectónico la tipología de las antiguas estaciones ferroviarias que se desarrollaron en un primer periodo en la Araucanía. Se compone a partir de un solo cuerpo volumétrico, de planta rectangular coronado por un techo a cuatro aguas con fuertes pendientes que tensionan verticalmente el volumen hacia la cumbrera mas alta, a esto se suma una ornamentación muy elemental, destacando en esta el tratamiento en carpintería labrada de aleros y cornisas interiores.
Las fachadas este y oeste toman distintas alturas producto de la fuerte pendiente donde se emplaza la vivienda generando una doble lectura de frentes por un lado el volumen tiene una lectura mas horizontal y arraigada al suelo en su cara oeste y por el lado este el volumen se alza verticalmente leyéndose como un elemento pesado que gana altura a medida que se despega del suelo.
Su organización espacial responde al concepto de casa corredor. Este que toma gran amplitud atraviesa el total de la vivienda dividiéndola simétricamente y repartiendo las dependencias en torno a él, abriéndose además en cada extremo de la casa desahogando el espacio y generando una transición interior exterior que marca los accesos.
Si bien su calidad espacial no tiene mayor creatividad su principal valor esta en el enmarcamiento de las vistas generado por los vanos que miran hacia el este.
Esta casa se vio afectada seriamente por el terremoto de febrero de 2010, siendo demolida.